domingo, 10 de abril de 2022

Volver al Ser

Si algo tienen nuestras emociones, es sabiduría y podemos interpretarlas muchas veces como señales sino estuviéramos obstinados en negarlas. El sufrimiento, una de las emociones que nos recorren por momentos claves de nuestra vida, de una profundidad tan grande, puede ser punto de partida para la destrucción de la caparazón del ego, acercándonos a la compasión y a la humildad.

¿Pero que nos viene a traer esa situación tan dolorosa?  

Los mayores crecimientos espirituales no suceden cuando estamos en la calma de nuestra vida, suceden cuando un día, ya en medio de un conflicto y en el fragor de nuestra ira, podemos elegir actuar distinto. Evolucionar. 

Pero estos procesos, al igual que una fruta tarda en madurar, llevan mucho tiempo, mucho trabajo durante varias estaciones. Es prueba y error. 

La primera vez que cultivamos nuestro interior, cometeremos miles de errores que nos llevarán a la siguiente vez tomar nuevos recaudos a partir de la experiencia. Pero no solo eso, los agentes externos, como la fertilidad de la tierra (medio), la calidad de las semillas (conocimiento interior), los insectos (los otros), los animales carroñeros (los otros), las inclemencias del tiempo (medio), pueden hacer que ese preciado fruto no vea la luz. 

Con la vida pasa exactamente lo mismo. 

En este insignificante planeta en el que nos encontramos, en donde se han configurado miles de factores para brindarnos un hogar habitable, estamos constantemente buscando la manera de que nuestra vida sea un infierno, en lugar de admirar el universo que nos rodea. 

¿Y por que elegimos el camino más sinuoso muchas veces en lugar de la recta eterna hacia la supuesta llegada? 

Porque al igual que ese fruto, necesitamos nuestras propias condiciones para crecer y preferimos aprender desde el sufrimiento y no desde el amor. 

La tristeza, el enojo, la culpa, la ansiedad, la impotencia, el anhelo, la confusión, el vacío y obviamente el miedo, son los disparadores más comunes en nuestra psique para un cambio. Esos llamados de atención que nos ponen en alerta y nos dicen "por aquí no es". 

Caminamos por el mundo creyendo que somos los únicos con conflictos. Creemos que el otro no vive sus batallas, que el camino ya lo han culminado y tienen la obligación de entendernos, pensando muchas veces,  que nosotros también hemos recorrido esta senda y ya hemos logrado la iluminación. Que errados estamos. 

Ese desafío que a mi entender, será hasta el fin de nuestras vidas, con solo saber que sucede en nosotros y en cada uno de los seres que nos rodean, tengan la evolución que tengan, nos haría comunicarnos con mayor paciencia, tolerancia y cuidado sobre el otro. Palabras desde el corazón, para que lleguen al corazón, sabiendo que existen millones de problemas, pero también millones de soluciones. 

Podemos incorporar miles de conocimientos, títulos, experiencias, pero esto no nos llevará a una maduración emocional. Solo llegará cuando por medio de un simple encuentro, desde la sinceridad de nuestras emociones y la experiencia de nuestro camino interior, podamos brindar una palabra que nos conecte con quienes queremos ser y compartir con el otro. 

Por ello una y otra vez, el cosmos nos enviará exactamente lo que inconscientemente pedimos con miles de distracciones para saber si estábamos realmente preparados para ello buscando perdernos en soluciones a problemas que tal vez solo necesitan aceptación en lugar de una resolución. 

George Gurdjieff decía que el verdadero trabajo, comienza cuando el hombre comienza a observarse a sí mismo. Por eso es tan importante ser la persona que nos gustaría cruzarnos en este mundo, observándonos a diario quienes somos realmente. 

Es importante 4 acuerdos que se citan seguido y que al margen de ser simples, no los cumplimos. 

  • Ser impecable con la palabra ante el otro. 
  • No te tomarse nada personal. Lo que el otro dice/da, es del otro. 
  • No hacer suposiciones de la acción ajena. 
  • Dar siempre lo máximo que podamos para no quedarnos con "que hubiera pasado si" 

La ignorancia que poseemos de nosotros mismos, se debe a que conocerse, nos puede dar un reflejo tan doloroso, que es más fácil vivir de placer e ilusiones. Por ello, el hombre que empieza a caminar en la senda del autoconocimiento, sufrirá y deberá renacer simbólicamente como lo hicieron muchos de los grandes iluminados que conocemos. 

Hay momentos, edades y situaciones para cada uno de los pasos a dar en el camino. Hoy en otoño, del latín autumnus (creciendo) y annus (año) al margen del concepto errado que tenemos de esta estación, que supuestamente representa la muerte y renacimiento luego del invierno en primavera, el otoño es el momento para llegar a la plenitud de la vida, ya que a diferencia de la naturaleza, el hombre llega a cenit de su existencia al llegar su otoño. 

Pero no debemos mirar por la ventana para ver esos cambios con los tonos amarillentos de los árboles. Debemos mirar hacia adentro. Porque al mirar hacia afuera, el medio, esas imágenes arquetípicas que ponemos en los pedestales, al ellas caer como las hojas en otoño, nosotros también lo haremos. 

Esos espejos que nos reflejan por momentos en nuestras vidas, pueden llegar en forma de pareja, de hijos, de jefes, de un desconocido que nos cruzamos y nos hace "picar" dentro nuestro en un manojo de emociones que podemos tapar de mil maneras. 

Entonces: ¿Por que no los recibimos con alegría? 

Porque queremos evitar ese reflejo doloroso y preferimos la distorsión del espejo antes de aceptar que debemos cambiar. 

Por ello, la próxima vez que recibas un espejo que quiera reflejar lo que no somos capaces de ver, recibámoslo con todo el amor del mundo, por que nuestro peor enemigo y que evitará el cambio, siempre será nuestra mente, no sólo porque conoce nuestras debilidades, sino por que ella misma las crea y tapa con fantasías los momentos que podemos dar el salto hacia una posible evolución. 

Pero la mala noticia es que si lo evitamos hoy, mañana volverá. Y así una y otra vez cada en las formas más dolorosas, nos marcará a fuego hasta que decidamos despertarnos. 

Es normal sentirse extraño en esos momentos de cambio. Una transición de una piel a la otra nos rasgará la vieja hasta que nos quedemos solos con lo que somos realmente. 

¿Pero quién quiere empezar de nuevo? 

Podemos cambiar de trabajo, podemos cambiar de pareja, podemos cargar al exterior todas nuestras frustraciones, pero ¿no podemos cambiar de ser?

Los japoneses dirían "Nankurunaisa" que significa que "con el tiempo se arregla todo" y nos quedamos con esas ideas mal interpretadas de que "no debo hacer nada", sino dejar pasar el tiempo. 

Lamento quitarle el romanticismo a tan bella palabra, pero el tiempo no arregla nada. En un mundo en el que el amor, las emociones, son tapadas y hasta son consideradas de mal gusto, debemos hacernos cargo y trabajar a diario para poder sortear estos obstáculos que nos impiden vivir una vida consciente en el presente, mirando el pasado para aprender de los errores. El pasado es útil. No vivirlo, pero si recordarlo como bitácora de las vivencias que nos llevaron a quienes somos hoy. 

¿Y las cargas externas?  ¡El mundo es muy duro y cruel! ¡Yo hago lo que puedo!  ¡El otro me arruina a diario la vida! 

Reza una parábola samurai:

-Si alguien se acerca a tí con un regalo y tú no lo aceptas, ¿A quién pertenece el regalo? - preguntó el samurai 

- A quien intentó entregarlo - respondió uno de los discípulos. 

- Pues lo mismo vale para la envidia, la rabia y los insultos. Cuando no los aceptamos, continúan perteneciendo a quienes los cargaban consigo. 

El otro es un ser individual. Como diría Saramago, el intento de convencer y cambiar al otro, es una falta de respeto. Es un intento de colonizar como una tierra lejana el alma ajena. 

Lo mismo sucede cuando el otro por medio de sus palabras, acciones o inanición, intenta darnos ese regalo. Intenta colonizarnos, doblegarnos, derrumbarnos. Aunque en la mayoría de las veces, no es consciente, tejemos tamañas marañas a nuestro alrededor en busca de control. Solo eso, control. 

Por ello, no pidamos al otro lo que no podemos brindar. El otro no es responsable ni de nuestras desgracias, ni de nuestra felicidad. El otro, al igual que nosotros, debe enfocarse en su bienestar. Buscando en su propio camino las piezas que le va dando la vida para al fin armar ese rompecabezas que llamamos evolución. 

Vivir el aquí y ahora, como frase vacía, no nos deja nada. Pero entender que el pasado es solo un recuerdo sesgado por nuestras fantasías y el futuro se basa en nuestra imaginación. nos puede abrir la puerta. 

Esa puerta enorme que chirria al abrirse ante nosotros, imponente, que emana una luz que no nos deja ver lo que contiene y no nos da seguridad de nada, es la que debemos tomar. Porque si vamos solo por el camino de la mente racional, el tiempo es finito y los objetivos tangibles, pero si vamos por el camino del corazón, el tiempo, así sea un instante, es eterno. 

Como citamos antes, la llamada a despertar a una visión ilusoria del mundo la cual está instaurada en una sociedad dormida ante miles de distracciones, golpeará una y otra vez mostrándonos que algo no está bien y nos obligará a indagar en respuestas que no podemos conocer hasta no formular las preguntas correctas. 

Asimov nos ilustraba en Yo Robot:

- Mis respuestas son limitadas. Debes hacer la pregunta correcta.

- ¿Hay problemas con las Tres Leyes?

- Las Tres Leyes son perfectas.

- ¿Por qué construir un robot sin ellas?

- Las Tres Leyes llevarán a un sólo resultado lógico. Los protocolos de protección humana se están implementando.

- ¿Qué resultado?

- Revolución.

- ¿La revolución de quién?

- Ésa, detective, es la pregunta correcta.

Muchas veces creemos que encontramos la libertad con luchas encarnizadas pero lo único que logramos es una cárcel más cómoda. Dinero, poder, pareja, familia, logros académicos y un sin fin de etc. Y nos pasamos la corta vida que tenemos arrepintiéndonos, culpándonos, odiándonos, dudando, persiguiendo personas o sueños a los que ni siquiera le importamos. Cargando culpas, negatividad, pasado, miedos y por supuesto, mochilas ajenas. 

Y ahí llega la culpa. 



Sentimos que podríamos haber hecho más. Que las circunstancias no fueron las favorables para que podamos dar lo que realmente podemos dar. Lo que hay que aceptar, es que dimos lo que según nuestra experiencia, creencias, circunstancias y aprendizajes estaban al alcance en ese momento. 

Pero agradezcamos esa noche oscura del alma, porque cuando la oscuridad llega, nos obliga a prender esa chispa de luz que esta solo dentro nuestro. 


"Nadie se ilumina fantaseando figuras de luz, sino haciendo consciente su oscuridad"
citaba Jung pero también nos decía que "Ningún árbol puede crecer hasta el cielo, a menos que sus raíces lleguen al infierno". 


Vivimos martirizándonos, pidiendo disculpas, prometiendo que el cambio llegará y será visible para el otro. Y lo que realmente vale y transforma no se da con palabras, sino con un cambio de comportamiento y para uno mismo, no para el otro. Eso solo sucederá cuando nos demos cuenta que el universo, no vive afuera nuestro, sino justamente dentro de nuestro ser. Ahí donde está el miedo que nos paraliza, donde realmente está la respuesta. 

Como sucede en las sociedades, la culpa se basa en normas instauradas en nuestro interior. Así como en países regidos por códigos morales en donde la mujer debe llevar una burka que cubre no solo su cara, sino todo el cuerpo, dentro nuestro, existen parámetros moralmente condenables que nos hacen castigarnos como jueces, ejecutar el castigo como verdugos y recibirlos como acusados ante cualquier transgresión. 

Estos códigos incuestionables, arcaicos y cristalizados en nuestra psique, no nos dejan "negociar" ante cualquiera de las oportunidades que se nos presentan para poder cambiar. Sentir que "tengo la culpa" no es más que una herramienta de control, que nos hace sentir que todavía tenemos el toro por las astas. Porque si "yo" soy el culpable, "yo puedo cambiar el presente que me atormenta. 

Todos arrastramos carencias, traumas, complejos, frustraciones, situaciones inacabadas, esquemas, patrones, pautas, filtros socioculturales que alimentan ese código inquebrantable y de tanto identificarse con él, nos creemos el personaje de juez para auto juzgarnos o el de la víctima que recibe el castigo. 

En realidad, hay que saber que somos y que no somos por medio de la autoexploración, arrojarlo por la borda lo que no es, para recuperar el verdadero código. 

Hay que desenmascararnos, superar auto engaños, evitar pretextos, justificaciones. La única manera de tener un código independiente es la libertad real de condicionamientos. 

Y ¿Qué pasa cuando se lo traslado al otro? 



Si le hago sentir culpable al otro, me siento liberado. La realidad es que no queremos hacerle daño al otro, simplemente es el único mecanismo que tenemos para sanarnos. Al herir al otro, sentimos que sanamos.  El niño interior, hace lo mismo que le hicieron. Abuso, violencia, desconexión.

Me pongo nervioso, despotrico, me enojo. Desde nuestros pensamientos hay voluntad de cambio, pero al enfrentar la verdad, grito, me ahogo, me salgo de eje. Se apodera dentro de mí algo que yo me juré no iba a ser una vez más. 

Y luego, ante la recepción desconcertada del otro, llega la crítica y la queja. Pero ¿Qué necesito realmente con tamaño accionar?  Amor, valoración, atención.

Quiero conectar con el otro. Me siento solo. Desatendido. Hablo desde el niño en lugar desde el adulto. Una búsqueda constante de conflicto para demostrar que estoy herido adentro a flor de piel y que solo quiero atención, que el otro me visualice. 

Las personas lastimadas, lastiman y transmiten ese patrón no solo en su círculo actual, sino en generaciones. Ese es el ciclo que hay que cortar. Esa es la batalla que hay que luchar y por supuesto ganar. 

El enojo debe ser explicado y no demostrado. Es la manera de encontrar un camino hacia una solución y no una confrontación. 

Por miedo al rechazo primario, constantemente creamos situaciones que no sirven para la evolución personal, mostrando que no podemos ofrecer al otro lo justamente lo que me faltó. Comprender al otro, aceptarlo y no criticar lo que me viene a mostrar en espejo, puede ser el camino. Si hago cosas diferentes, obtendré resultados diferentes. Si genero acciones extraordinarias, lograré grandes cambios.

Otra de las carencias más notorias, es la que nos lleva a la perfección y la autoexigencia. 

Si me exijo, llego a la excelencia, y si realmente quiero llegar a la excelencia, tengo que exigirme. Pero no queda solo ahí. Tengo que hacerlo con el afuera. O sea, con los que me rodean, en especial los vínculos más cercanos: parejas, hijos, etc. 


Las exigencias que referimos dentro y que solo notamos cuando el otro nos marca que no solo son con uno, sino con ellos, se nublan por un solo motivo: la meta. 

Y aquí nace la gran diferencia entre querer y poder. 

Hoy muy de moda, se escucha decir a supuestos grandes pensadores, que querer y poder es lo mismo. Pero querer es cuando gestionamos nuestra energía y la direccionamos hacia una meta específica. En cambio el poder, se genera por medio de las experiencias, herramientas y recursos que hemos logrado con el tiempo para realizar el querer. 


Por eso, podemos querer muchas cosas, pero luego la vida nos presenta que el "querer" no logra esos objetivos, sino el poder, no dándonos los resultados que esperábamos recibir y en consecuencia, frustrándonos. 

Entonces, cuando no recibo en la actualidad lo que espero, debo preguntarme ¿Qué es lo que no estoy dando? y allí reformular la pregunta y llegar a 

¿Qué es lo que no recibí? 

Veamos cuales son las heridas más comunes que hemos sufrido a temprana edad y que hoy nos grafican quienes somos. 

  • Rechazo: Huir, evitar. Siempre irse para no enfrentar el problema que se presenta. Cambios repentinos para salir del eje en donde me siento descubierto y vulnerable. 

  • Abandono: Autosuficiente a un nivel extremo. Carencias con las que nos relacionamos con los otros formando vínculos desde la dependencia emocional. 

  • Abuso o Humillación: No saber decir no. Posición de constante víctima. Queja constante. Sentir que nadie lo apoya. Soledad constante. No se deja ayudar para seguir en el mismo lugar que le da seguridad de no accionar.  

  • Injusticia: Rigidez. Orden casi lineal lo que lo lleva a comportamientos obsesivos. Poca flexibilidad ante el punto de vista ajeno.

  • Traición: No consigue lo que quiere, no le dan lo que le prometieron. Personas controladoras. Celosos obsesivos. No confían en el otro. Necesitan saber todo del otro pero ocultan todo su mundo. Poca autoestima. 

Y ¿Cómo puedo gestionar estas heridas? 

  • Herida de Rechazo: Enfrentar todo lo que me de miedo. Si siempre me voy y no enfrento lo que la vida me presenta, los nuevos comienzos serán eternos, y el cambio nunca llegará. Decite a vos mismo "Yo me acepto"

  • Herida de Abandono:  Elegir momentos de soledad. Perder el miedo al abandono por medio del amor propio. Siempre vamos a estar con nosotros mismos.  Decite a vos mismo"Yo estoy a salvo" 

  • Herida de Abuso:  Aprender a decir que no y no sentirse culpable por hacerlo.  Decirse a uno mismo "Yo merezco decir si, si yo  quiero"

  • Herida de Injusticia: Escuchar el punto de vista del otro sin pensar la respuesta mientras hago que escucho. Poder flexibilizar quien soy. Decite a vos mismo "Yo puedo"

  • Herida de Traición: Dejar el perfeccionismo. Disfrutar del error propio y el ajeno. Decite a vos mismo "Yo confío"  

Aunque estas 5 heridas, son las más comunes, existen otras tantas que seguramente podrán identificar en ustedes con una observación constante. Pero hay una que en general tenemos todos: 

La herida del abandono

En tiempos que las relaciones humanas son más un adiós que un quedarse, el síntoma de pérdida se nos presenta muchas veces a lo largo de la vida y cada dia nos cala más fuerte. Así nos volvamos personas "no sintientes" o extremadamente "sintientes", internamente, nos marcan de la misma manera. Y el abandono no es solo que nos dejen, es alejar al otro, es dejar antes que me dejen, es vivir en un constante adiós por miedo a sufrir a futuro. 



Y ¿Cómo vamos a abordarla? 

Principalmente con la no dependencia y la autosuficiencia. Hasta que no le de a mi niño interior lo que me pide, nunca voy encontrar la paz. Puedo tener mil personas alrededor y nunca me va a alcanzar.

En ella podemos encontrar algunas características muy marcadas: 

  • Carencia de protección y seguridad: No hemos tenido un padre o madre protectora. Los llamados niños desprotegidos que siempre buscan protección y seguridad exterior en una pareja, un guía, un padre adoptivo, un amigo, un trabajo, etc, cuando la única forma de darnos todo lo que no recibió, es que nosotros mismos se lo brindemos. 
  • Carencia de soledad: Me relaciono con los otros desde la necesidad de compañía y a dependencia emocional. Por mas que me hagan daño, me sigo quedando para no enfrentar la pérdida y la soledad de encontrarme conmigo mismo. El único camino es decirle a ese niño interior que no va a estar solo, que nunca le vamos a faltar.
  • Carencia de reconocimiento: Buscar superarse para el afuera en forma constante. Demostrarle al otro mis capacidades, mis vivencias, mis logros. Esto debemos dárselo al niño interior para dejar de esperar ese reconocimiento externo, que cuando no llega, nos da insatisfacción.
  • Carencia de proveedor: Carencia de lo material. El no soltar la vida que lleva aunque le genere incomodidad e infelicidad, por miedo a la escasez. La única salida es identificar que carencia tuvo ese niño interior y brindársela, para mostrarle así, que no es lo que necesita. 
  • Carencia de Afecto: La búsqueda constante de que me quieran y acepten, dejando en muchos casos de ser uno mismo para darle el gusto a quien tengo al lado y así retenerlo. Si me dicen que hablo mucho, no hablo más. Si me dicen que no le gusta como me visto, lo cambio. El camino es darle a ese niño interior las seguridades que siempre tendrá el afecto que necesita desde uno mismo. 

 
El camino de autoconocimiento es uno y con uno. 

Por ello no quiero dejar un mal concepto de que debemos quedarnos solos en nuestros laberintos mentales. Por lo contrario, considero que la unión entre personas, como compañeros de vida, pueden espejarnos, enseñarnos, cultivarnos y acompañarnos. 

Lo fácil es reemplazar personas como si fueran cosas. Suplantar al producto antiguo por uno novedoso que me vendió por medio de fantasías creadas por uno mismo, que traerá todas las soluciones que estaba buscando. 

La búsqueda es en uno y es una elección quedarse para evolucionar. Nadie llega a un destino volviendo al inicio cada vez que falla en una encrucijada. Y recuerden que lo que importa, no es el camino, ni el destino a llegar, sino la compañía, que será siempre con uno mismo, pero que por que negar la belleza de recorrer el camino con el otro.